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Cuando el inconciente no interpreta

Intervention à la IXème rencontre internationale du Champ freudien, Buenos Aires, Juillet 1996

Geneviève Morel

La interpretación del inconsciente (es decir, la interpretación del goce que realiza el inconciente del analizante) es preciosa. Es esta una de las razones por las cuales Lacan comparaba el analizante al agalma? Es preciosa por el saber que produce - aunque hecho de hilachas-, por su capacidad de invención y su espíritu ( espiritual, decía Freud de la Bella Carnicera) y especialmente por su verdad, que por su proximidad al goce íntimo del sujeto, lleva aparejada la convicción del analizante, que Freud juzgaba crucial en sus"Contrucciones en el análisis".

Sin embargo, esta interpretación que pasa por la palabra del analizante en la cura, encuentra su límite cuando el goce no se deja poner en palabras. Se objetará si no es acaso siempre así, pues el goce es real y lo Real es heterogéneo a lo Simbólico? A esto responderemos que lo Real que nos importa aquí, el goce del ser hablante, está contaminado fundamentalmellte por el lenguaje. Los matemas lacaniallos del goce,Phi, a, S (A), lo indican suficientemente.. De allí el acceso privilegiado que la experiencia analítica, donde la palabra está en primer plano, reserva a este goce, real pero anudado al lenguaje.

Si consideramos - por cierto de manera esquemática- la experiencia analítica como un proceso de saber al que el goce puede hacer obstáculo, las crisis aparecen en la cura cuando el goce impide la ganancia de saber. En esos casos, el inconciente ya no interpreta. Este fracaso puede tener distintas causas que solicitan respuestas diferentes de parte del analista. Vamos a examinar tres de estas coyunturas de crisis, que corresponden cada una a un concepto diferente del obstáculo: el inconciente reducido al silencio, el inconciente que trabaja para el goce, el desanudamiento del inconciente y de la pulsión.

1) El inconciente reducido al silencio

La primera coyuntura es un caso que se puede ubicar en una lista: el de un cambio de analista luego de una primera cura, a menudo larga y productiva hasta que sobreviene un bloqueo caracterizado por un pesado silencio del analizante. Algo no llegaba a decirse, algunos síntomas persistían. Luego de retomar entrevistas preliminares con el analista siguiente, se le apareció a este último que un escenario fantasmático ignorado por el sujeto y tal vez por el analista anterior, en razón del silencio del analizante, colmaba la escena analítica. El analista ocupaba allí la posición del objeto a, o más a menudo, el de un Otro que intimidaba no reducido aún a este objeto, sino inscripto en ese escenario fantasmático. El inconciente del sujeto, a partir de esas entrevistas preliminares ínotivadas por la demanda de alivio del sufrimiento sintomático, parece cerrado. Nada ocurre. En ese caso, es importante relanzar el trabajo analizante interpretando, a veces con fuerza, la relación entre por una parte los elementos fantasmáticos entregados por el sujeto, y por otra la transferencia con el analista anterior.

De este modo pude evidenciar en un sujeto que manifestaba en un comienzo una gran tensión agresiva con respecto a mí, una equivalencia - niño=ganado para el matadero=mujer muerta, a partir de elementos biográficos bien articulados en el análisis anterior. Los síntomas asociados eran la frigidez y dificultades para tener un niño. El padre era el agente ejecutor en el fantasma. Me dice, como al pasar, que había roto con rabia una pequeña estatuilla en el consultorio de su analista anterior quien reaccionó sonriendo y diciéndole que no era grave...era una copia. Esto se reproduce en mi consultorio, como por casualidad, lo que atribuye a su cólera contra el psicoanálisis, impotente para sacarla de todo eso. Yo me enojé mucho. Entonces, a partir de un sueño, que me contó que había tenido en su anterior análisis y que retomaba los elementos fantasmáticos citados, le dije a propósito de ese análista tan dulce y tan amable, que había sido "un verdadero Barba Azul". Se estableció de este modo una relación entre la transferencia paterna con el primer analista, marcada por el acting-out de la estatuilla rota, animal o humana y la expresión de su fantasma (un nino, el ganado, una mujer, es sacrificado). A partir de las siguientes sesiones, la producción onírica mostraba la reapertura del inconciente y cómo se retoma una elaboración en torno al material fantasmático.

En otro caso, la situación era casi caricaturesca. Dos puntos se destacaban en las entrevistas preliminares que retomó el sujeto luego de su ruptura silenciosa con el analista anterior, que era un hombre. Por una parte, una escena infantil crucial que orientó su vida. Ella había observado por una puerta entreabierta a un personaje de su familia que curaba a una mujer en un marco profesional, quizá un parto. Este recuerdo encubridor había determinado una vacilacion, entre, por una parte, su identificacion al hombre acompanada de una inhibicion profesional que la condujo al analisis y por otra parte una búsqueda de la femineidad que se estrellaba en el vacio enigmatico del sexo femenino entrevisto. El analisis anterior se habia interrumpido porque percibio en el analista un interés por su sexualidad, demasiado marcado. Al comienzo se prestaba complaciente a lo que ella llamaba "esta vidriera", luego fue presa de la verguüienza y de la angustia, finalmente se instaló el silencio, del cual ella partió. Tambien alli, el trabajo comenzó cuando, luego de un segundo relato de la escena infantil, el analista deslizó: "Entonces era eso lo que usted hacia con el", sin precisar ningún referente de los elemnentos de su frase (eso, lo, él). Inmediatamente un sueno de seducción del analista anterior sancionó esta interpretacion y el análisis pudo proseguir con una nueva búsqueda de "La mujer" sin la fijeza de esta imagen pregnante.

En la coyuntura descripta por estos casos, la transferencia es quien realizó el cierre del inconciente. El fantasma y el objeto a son sus obturadores, como lo indicó Lacan en el seminario XI con el esquema de la nasa... "que hace concordar la nocion que la transferencia es a la vez, obstáculo a la rememoración y presentificacion del cierre del inconciente, que es la falta, siempre apenas nombrada, del buen encuentro". La interpretación del analista es entonces "el buen encuentro"necesario. Alcanza al sujeto mas allá de lo que puede comprender, y resitúa la transferencia en su marco fantasmático. A partir de allí se da vuelta la página. El analista anterior, como el resto, entra en el marco del fantasma y se retoma el trabajo del inconciente.

2) El inconciente que trabaja para el goce

La segunda coyuntura que vamos a estudiar ahora es, en suma, la inversa de la anterior. El inconciente no está cerrado, por el contrario está abierto brutalmente por una efracción del marco fantasmático de la realidad. Emerge, por ello una angustia intensa, acompanada de una producción onírica de pesadillas, que no llega a satisfacer el deseo de dormir.

Cuando presentamos anteriormente la cura como un proceso de saber al cual el goce obstaculizaba nos remitimos al esquema L de Lacan: progreso simbólico de la cura y obstáculo imaginario o real. Pero las cosas se complican si se conceptualiza el saber como "medio del goce" así como lo articula Lacan en el Seminario XVII. El sueno de la Bella Carnicera es un paradigma de ello, reanalizado por Lacan, y donde se ve que el sueño no es el inconciente. El saber del inconciente es utilizado por el sueño para producir un más de gozar inadvertido por el sujeto: gozar de la privación de la felicidad fálica, imaginando que le deja a otra mujer el pene de su marido. El caso con el cual voy a ilustrar esta segunda coyuntura es el de un sujeto que había sufrido un traumatismo importante, del cual salió indemne, nientras que llubo víctimas más seriamente dañadas. Luego de esto, sobrevino un estado de despersonalización acompañado de una angustia intensa, luego una serie de pesadillas idénticas, en que se desarrollaba el proceso del sujeto, que declaraba vanamente su inocencia. Una palabra surgía: "infamia". Es la simple repetición lenta que hace el analista de la palabra "in-famia", que hace escuchar al analizallte el equívoco con "mujer", que en la lengua francesa se esconde ( en francés mujer se dice femme, que resuena con fama). Este simple equívoco permite retomar el desciframiento y un avance muy importante en la construcción de la neurosis infantil. En efecto muy tempranamente el niño había captado en el discurso de su padre la significación negativa que este le atribuía a la feminidad, comforme con una austera tradición familial católica: La mujer es el mal. Sin embargo, vale más encarnar el mal que encarnar nada en absoluto, que sufrir de la falta de un significante de la feminidad. En el estilo de la "familia Adams'', la niña se había fabricado un ideal femenino de bruja, acompañado de prácticas ad-hoc. Entre ellas tenían mucha importancia los tormentos provocados a un hermano, a causa de los cuales experimentaba una filerte culpa.. Pero de este modo, se vengaba en él, por una parte, del hecho que él y no ella fuera un muchacho, y por otra parte, sostenía su ideal de ser "la mala". A partir del trauma padecido en la edad adulta, en que un hombre había sufrido más que ella, resurgió ese trozo olvidado de su historia, acompanado de la violenta culpabilidad infantil. De este modo aparecía en primer plano "la infamia" de la niña, cuyo ideal era la mujer mala.

La ironía del destino hizo que el mismo trauma, benigno además, sin víctimas esta vez, se repitiera para este sujeto. La construcción que hizo en la cura a continuación del primer trauma se reveló eficaz: sin despertarse, el sujeto tiene un sueño en que tratra de castrar a un muchacho...No surgió ningulla angustia, pero permanecía el mismo deseo, indestructible desde la infancia.

En esta segunda coyuntura, subsiste la vertiente interpretativa del inconciente. Pero está subvertida, recubierta por otra vertiente, aquella en que el inconciente, su saber, trabajan en la producción de un goce que busca realizarse en la repetición. En el caso del que hemos ofrecido un fragmento, el sujeto vive una verdadera realización de su fantasma infantil, en un ambiente "unheimlich", es por ello que se produce el desencadenamiento de la angustia y la despersonalización. La interpretación del analista restauró simplemente la vertiente interpretativa borrada y reintrodujo la dimensión del desciframiento, contra "la entropía" producida por el saber que trabaja en las pesadilla en serie, es decir el más de gozar.

3) El desanudamiento del inconciente y de la pulsión

La tercera coyuntura - que sólo voy a mencionar aquí como problema no resuelto- surge en el final de la cura, cuando la pulsión se separa del inconciente. Hasta allí, a causa del sujeto supuesto saber, el sujeto creía que el saber inconciente daría cuenta de "todo" su goce. Un repentino levantamiento de la represión, ligado a interpretaciones del analizante, provoca un efecto de resonancia de la pulsión en el cuerpo, tan brutal como un fenómeno elemental. El sujeto es la presa de un goce corporal que lo excede, disociado de su fantasma, ahora desplegado. Se da cuenta, entonces, que su palabra y el saber inconciente ya no tienen asidero sobre este goce. De lo que se desprende un cierto enloquecimiento: para habituarse a lo real, consentir a ello, hace falta tiempo. Qué clase de intervención podría hacer el analista en el momento donde se demuestra para el sujeto que el goce está fundamentalmente referido al vacío del Otro, S(A), más allá del fantasma y del sentido? En el momento en que el inconciente se separa del goce pulsional y por lo tanto no puede ser ya su intérprete, a qué apuntaría entonces la interpretación del analista? Es suficiente con su presencia, y que se haga, como en las psicosis, el "secretario del alienado", puesto que como sujetos, todos estamos alienados en el lenguaje, y no es acaso lo que medimos aún más al fímal de una cllra?

Conclusión

En dos de estas coyunturas de crisis que hemos estudiado, la del cierre del inconciente por el fantasma en la transferencia, y la del inconciente puesto al servicio del más de gozar, hubo salida de la crisis por medio de la interpretación del analista. Esto nos servirá de apoyo de la siguiente tesis: Es justamente porque el inconciente del sujeto analizante es el primer intérprete, como lo ha afirmado J.-A. Miller, que la interpretación del analista sólo tiene eficacia cuando vuelve a re-suscitar al sujeto allí donde su goce lo había borrado, allí donde era justamente ininterpretable por su inconciente.

Por esto, "todos los golpes están pennitidos", decía Lacan. A condición que se ponga en juego la verdad como "causa material": el significante, la frase, la palabra que dan en el blanco.

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